Mi culo
Estoy en la clase de yoga. Me cuesta mucho concentrarme, todo me saca del eje, así que hago un esfuerzo enorme por escuchar a la profe y “entrar en la práctica, en sus propias prácticas”, como ella dice.
La sigo escuchando: nos pide que escaneemos nuestros isquiones, esos huesitos que están en el culo, y sobre los que en este tipo de disciplinas siempre nos invitan a sentarnos para ir armando la postura correcta.
“Que sean los isquiones los que las sostienen”, nos dice.
“A mí no me sostienen”, pienso.
Vuelvo a darle la orden al cerebro para que revise si me sostienen. Vuelve a responderme que no.
La profe sigue hablando: “en yoga siempre hay que ir al cuerpo, dejar la cabeza por un rato, todo es desde el cuerpo”
Me cuesta horrores eso, no sé no estar en mi cabeza.
Pero tengo que poder lograrlo: “a ver, Lorena, no lo pienses, sentí” me digo a mí misma para mis adentros.
Cierro más fuerte los ojos, como si eso aumentara por sí solo la concentración en mi cuerpo, y… se hace la magia. No me pregunten cómo, porque no lo sé, pero siento, y lo que siento confirma lo que mi cerebro me dijo.
Mi culo no me sostiene. No estoy siquiera apoyada en mi culo. Mi culo está a unos milímetros del suelo. Lo que me sostiene es mi espalda baja, y de ahí para arriba todo lo que sigue de espalda. En realidad, no me sostiene: hace fuerza la pobre, porque no es su tarea sostenerme. Pero resulta que la señorita no confía en su propio culo, y entonces la pobre espalda hace lo que puede.
En ese raro trance que logre y que me permite sentir mi cuerpo en vez de pensarlo, registro todo esto y de algún modo, también extraño, logro relajarme y dejar que mi culo me sostenga, logro confiar en él. Se me dibuja una sonrisa: no tenía que hacer tanta fuerza, solamente tenía que confiar.
Confiar
Miro la entrevista que Pedro Rosemblat le hace a Lali: “A mí el culo me avisa, ¿sabes las veces que me salvo este culo?” le responde Lali cuando él le pregunta por su vinculo con la intuición.
“Claro”, pienso yo, “Lali confía en ella, por eso su culo la sostiene, no como a mí, que por no confiar en él me gané tremenda contractura”.
Pero es que confiar en una requiere que, primero, alguien más haya hecho lo mismo.
¿Cómo se entrena la confianza en una, si no?
¿Cómo se aprende?
¿Cómo se enseña la confianza, si no es diciéndole al otro “yo confió en vos”?
Alguien tiene que sostenernos para enseñarnos sobre el sostén. ¿Y si es no pasó? ¿Cómo confiamos en poder ser sostenidos si el sostén no estuvo ahí, cuando lo necesitamos?
No confiamos, es claro.
Pero hay algo que es clave: que no lo hayamos aprendido, que no nos lo hayan enseñado, que no haya estado ahí cuando tenía que estar, no quiere decir que no podamos hacerlo ahora.
Apoyo bien el culo en la silla, me afirmo en él, le confío mi propio peso, y él me sostiene.
Tengo que pensarlo, tengo que obligarme, tengo que recordarle a mi espalda que puede relajarse y dejar de hacer fuerza. No es algo automático, al menos no ahora. Pero si sigo confiando sé que un día pasará sin que lo piense. Y que voy a sorprenderme porque aquello que ahora me pide atención, va a suceder solo-
Sé que un día, sin darme cuenta, mi culo me va a estar sosteniendo, y yo ni siquiera lo habré pensado.
Aprender
Sostener lo que no fue sostenido es el primer paso, quizás.
Pero hay que tener cuidado: no es lo mismo hacer fuerza que sostener.
Sostener es brindar apoyo, es mantener algo firme, es darle al otro lo necesario para que eso pase, es defender el derecho a estar seguro, el del otro que no puede defenderlo por sí mismo, y el propio, claro.
“Te faltó tanto el sostén que ahora querés sostener más de lo que te corresponde, y te rompes” me dice la astróloga con quien estoy realizando el proceso astrogenealógico hace varios meses.
Lo sé, pero lo olvido. Y cuando lo olvido me esfuerzo, y entonces, vuelvo: fuerza no es sostén.
Entonces aparecer la reflexión: si sostén es brindar apoyo, mantener algo firme, dar lo necesario para que eso pase, entonces puedo confiar en que voy a estar sostenida, porque quizás cuando era una niña no tenía como, pero ahora sí puedo lograrlo.
Aprender a confiar es aprender, también, a relajarnos. Se puede estar sostenido y relajado a la vez, esa es, en realidad, la función del sostén en primer lugar, permitir que otra cosa se afloje, se relaje, y se deje estar ahí, en el relax de saber que nada se va a desmoronar mientras lo hace.
Estoy aprendiendo a confiar en mí.
Estoy aprendiendo a confiar en el sostén que soy, y en el sostén que pueden ser los otros.
Estoy aprendiendo a relajarme.
Estoy aprendiendo.
Si llegaron hasta acá, gracias por estar, por leer, por la presencia que eso implica.
Este es el espacio más genuino que estoy sosteniendo últimamente, el que más gratificación me da, y agradezco que estén del otro lado, compartiéndolo conmigo.
Mis tiempos están siendo inciertos, así que no voy a poner plazos para el reencuentro, así que solo les digo, hasta luego y, gracias por llegar leerme, es un lujo que lo hagan.
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Un abrazo
Lore